Siempre que haya pérdida auditiva, aunque sea leve, ocupamos áreas del cerebro que no están destinadas a la audición, como la visual, ya que alertamos más ese sentido y la cognición, pues hay un esfuerzo mayor para decodificar el mensaje.
Al no tratar la pérdida auditiva aceleramos el proceso de deterioro cognitivo que se produce por naturaleza con la edad. Además, puede conllevar a aislamiento y depresión debido a que las personas que lo padecen, al no entender bien dejan de asistir a eventos sociales, incluso dejan de participar en reuniones familiares.
En España el 80% de personas con pérdida auditiva no tienen tratamiento asignado para ello. A veces porque la pérdida se da de forma lenta y progresiva y no son capaces de detectarla. Otras, aunque sean conscientes, porque les da vergüenza reconocerlo. Otras porque piensan que hay que estar sordo para empezar a poner solución. Sea por un motivo o por otro se debe conocer la importancia de actuar lo antes posible.